EL FRENAZO
Antonio Pintor vuelve en tren cada día de la oficina a su casa. Es un tipo razonablemente feliz, no atolondradamente feliz, no cree en ese tipo de felicidad, pero tiene buena salud, y una familia a la que adora y que le quiere, se considera afortunado. Hoy es un día como cualquier otro, va mirando por la ventana, dejando los ojos vagar por los feos descampados que se extienden al otro lado del cristal. De repente el tren da un seco frenazo y se detiene. Antonio está a punto de caer al suelo. Varios pasajeros se han golpeado y se quejan del dolor. Todos se miran. Algunos buscan la razón del frenazo en el exterior. Tras unos segundos de incertidumbre, el conductor, con voz entrecortada, dice por megafonía que el tren ha atropellado a alguien que cruzaba la vía, y reclama la presencia de algún agente de la autoridad que pudiera haber a bordo. La noticia desata un murmullo de sorpresa. Al cabo de unos minutos se confirma el fatal desenlace. Esa noche a Antonio le cuesta dormirse, piensa en