Entradas

Mostrando entradas de junio, 2022

ELLAS Y YO

Imagen
Azucena era un cañón. Cada fin de semana íbamos con sus amigos al paintball y me llenaba de bolazos de pintura de colores. Me cansé cuando me alcanzó uno en un ojo y eso me hizo verla de otra manera. María era la más dulce, pero la hipoglucemia se la llevó pronto. Nunca olvidaré el sabor de sus besos. Javiera era la más rápida. Nos íbamos con el Porsche a hacer curvas los domingos, hasta que se me encendió a luz de reserva en el salpicadero y la dejé en el aparcamiento de una gasolinera. A Luisa le gustaba el cine, las pelis de pensar. Hasta que de tanto pensar pensé que qué coño hacía pensando tanto, si yo no había pensado en mi vida, y me bajé al bar de toda la vida a hablar con el borracho de la barra. Eugenia tenía todo el glamur, era el glamur. Era alta, siempre a la moda, exquisita, extravagante, piernas infinitas, piel de terciopelo, sonrisa radiante, pero se pasaba posando desde la mañana a la noche, y me cansé de tanta pose y tanta brasa con el peso y los posos, y le dije que

HOY TE HE VUELTO A VER

Hoy te he vuelto a ver. Venías con él de la mano. Pero eso ya no me importa. Te echaba de menos, desde la última vez, desde el milisegundo siguiente al instante preciso en que te marchaste el último día. En realidad, no fue así, nunca es así, no del todo. Cada vez, antes de empezar a echarte de menos, tengo que dejar de odiarte, lo que sucede de manera inevitable y previsible, como el sol que se alza cada mañana sobre los tejados Siempre es lo mismo. Desde aquella mañana de primavera que te vi por primera vez. Apareciste entre los cientos que nos miran curiosos y divertidos mientras comemos, cagamos, peleamos, nos despiojamos, follamos o dormimos. Te vi y recuerdo que me levanté y me puse delante de ti, estupefacto y maravillado, como un niño pequeño que acaba de averiguar cuál es su postre favorito, como un ermitaño que ha visto a Dios en el bosque, como el sediento que encuentra una fuente en el desierto. Tú también me miraste. Me hablaste como le hablarás algún día al hijo que tendr

EL VECINO INVISIBLE

Tengo un vecino invisible. Le oigo entrar en la ducha cuando me levanto por las mañanas. Le presiento poniendo una rebanada de pan en la tostadora y cogiendo después la cafetera que está en un rincón, como un monaguillo de hojalata. Me imagino el cartón de leche abierto en la nevera, entre una cocacola y una botella de vino barato. Un limón viejo habla entre susurros a unos plátanos perplejos y a un tomate cansado en el frutero. Debe haber un cuadro torcido en el pasillo, y una foto de boda con una novia triste y el cristal roto en el mueble del comedor. Unas plantas agonizan en su terraza esperando las nubes. Aún cuelga un vestido de flores tuyo en el armario. Una solitaria pinza de tender hace funambulismo en la cuerda verde del tendedero. Libros que nadie ha leído aparcados en la estantería, detrás de fotos borrosas. La sombra de una mano en la pared buscando el interruptor a las dos de la mañana. El recuerdo de los tacones que me saludaban al levantarme hace tiempo. Las risas que