LA ALARMA


-Buenos días, soy de la compañía de alarmas de seguridad, le llamo por el interés que nos manifestó usted el mes pasado en instalar en su hogar una alarma anti intrusión…
-Aún no me he decidido. Vivo sola, y oí en el barrio que habían entrado ladrones en un par de casas y por eso les llamé para que me dieran presupuesto para la alarma. Pero esa misma noche... pasó algo. Estaba durmiendo en mi cama, serían las tres de la mañana, cuando un ruido me despertó. No fue un ruido fuerte. Medio adormilada, dudé si había sido realmente un ruido o si solo lo había oído dentro de mi cabeza. Cuando estaba cerrando de nuevo los ojos volví a escucharlo. Era como si alguien estuviera abriendo las puertas de la vitrina o los cajones en el salón. Me asusté. Cogí el móvil de la mesilla para llamar a la policía, pero estaba sin batería. Decidí quedarme quieta en la cama hasta que quienquiera que hubiera entrado en mi salón se marchara. Los ruidos seguían, cada vez sonaban más fuertes y más cercanos. No pude más y me levanté. Llegué a la cocina, descalza y a oscuras. Cogí el cuchillo más grande y fui al salón. Me asomé por la puerta con mucho cuidado, pero no había nadie. Entra bastante luz de las farolas de la calle. De repente, una mano me cogió la muñeca por detrás y me quitó el cuchillo, mientras otra mano me agarraba por la cintura y me levantaba del suelo. Me quedé paralizada, con la mano libre no sabía qué hacer, si protegerme o taparme. Al mirar para atrás solo vi una sombra oscura. Por favor, grité varias veces, temiéndome lo peor. La sombra dijo: tranquila, no pasa nada. El suelo había desaparecido bajo mis pies, y unos brazos fuertes me sostenían en el aire como si fuera una pluma. Por favor, insistí, te doy todo el dinero que tengo, pero déjame, no me hagas nada, le dije mientras notaba el contacto de la dura tabla de su pecho contra mi espalda y me llegaba su olor, una mezcla de suavizante, un rastro de desodorante y sudor. No pasa nada, repetía con voz profunda, ligeramente nasal, que respiraba calma. Pasaban los segundos y no me soltaba. Yo notaba su aliento en mi nuca. Sentí un estremecimiento, y, por un instante, deseé que aquellos brazos no me soltaran. Me recompuse y pataleé y me contorsioné para soltarme, mientras sentía su boca cerca de la mía susurrándome tranquila, no va a pasar nada. En volandas, abrazándome por detrás, su pecho en mi espalda, su brazo izquierdo sujetándome por la cintura y la derecha inmovilizando mi brazo, me llevó a la habitación. Allí, delante de la cama revuelta, en bragas, con una camiseta que no sé por dónde andaría, a las tres de la mañana, en medio de la quietud de la noche, con el olor de aquel hombre, mi cabeza era un torbellino de sensaciones inconfesables y contradictorias. Tranquila, volvió a susurrarme al lado de la oreja. Sentí sus labios rozando mi nuca al hablar, su aliento a tabaco, su voz no denotaba ansia sexual, sino más bien un pacífico deleite, un recrearse en la situación que me... Por favor, le imploré, déjame, te daré dinero, tengo joyas. En ese momento me dejó en el suelo con cuidado. Sus manos aflojaron la presión sobre mí cuerpo, poco a poco, en un gesto que duró… qué sé yo, una deliciosa eternidad. Me quedé quieta, delante de él, cagada de miedo, con los ojos cerrados, sin atreverme a girarme, temiéndome... Estaba abandonada a él, podía haber hecho lo que hubiera querido. Imaginaba las aletas de su nariz como las de un depredador oliendo mi miedo en el aire cuando, sin hacer ruido, salió de la habitación y desapareció. No llegué a saber cómo había entrado ni como salió. Algunas noches me despierto creyendo oír ruidos y solo espero que sea él, ese ladrón que lo único que se llevó fue mi calma y mi entereza, pero no es más que el viento que golpea las ventanas. Creo que, por ahora, no voy a poner la alarma, gracias.


                                                                                    Imagen de sammy-sander Pixabay

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL CABO QUE DIJO "YES"

EL EUROCHOLLO

LA CHICA DEL MINI VERDE