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Mostrando entradas de febrero, 2025

FANTASMAS

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Javier entró en el bar de debajo de su casa a tomar un café. Se sentó en la barra y a su lado hicieron lo mismo unos seres borrosos que traía pegados a su espalda. En el trabajo, el ascenso a supervisor se lo habían dado a Alejandro Vinuesa, en vez de a él, corrían rumores de cierre el año próximo, su hermana le echaba en cara sin decirlo, pero con un silencio que le agobiaba, la muerte de su madre por no haberla llevado al hospital aquella tarde que no dejaba de toser con una tosecilla fea, el día de antes había recibido carta de otra editorial rechazando la publicación de su cuarta novela. Por la puerta del bar entró un tipo alto, joven, de buen aspecto, con un barril de cerveza al hombro y otro colgando del brazo. El camarero le saludó, colocó los barriles detrás de la barra, mantuvieron unos momentos de animada conversación mientras intercambiaban los albaranes y el chico se marchó diciendo, con un vozarrón que inundó el local,  que tenía prisa por llegar al siguiente pueblo,...

SEGUIR EL HILO

Ya me estaba empezando a cansar de mirar la pantalla en blanco del ordenador, fantaseando con la idea de ser abducido por el rectángulo de luz y tal vez teletransportado a la nave nodriza de unos siniestros extraterrestres que, incomprensiblemente, estarían interesados en mi cuerpo, cuando en la esquina inferior derecha de la pantalla vi algo. En un primer momento pensé que era una pelusilla de esas que se quedan pegadas por la electricidad estática. Intenté quitarlo con el dedo, pero no, lo intenté otra vez y tampoco. Al pasar el dedo notaba algo con consistencia sólida. Rasqué con la uña, y descubrí que era el cabo de un hilito. Con dificultad pude atraparlo con dos dedos. Tiré de él para quitarlo pero de dentro de la pantalla salió como un centímetro de hilo, un hilo oscuro y fuerte. Me alcé un poco para tener un mejor ángulo y tiré más, y salió más. Cuando llevaba medio metro se atascó, al tirar ya no salía más hilo, solo conseguía levantar la pantalla. Miré por detrás, sorprendent...

QUERIDO DIARIO

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C. es un tipo del barrio, a veces coincidimos en el bar de la esquina y charlamos del trabajo, de los hijos o de los putos políticos mientras nos tomamos un carajillo. En realidad él suele ser el que habla y yo el que escucha, pero no me importa. Me cuenta que en casa tiene un cuaderno donde escribe sobre sus cosas, para coger perspectiva y para entenderse, eso dice, un cuaderno que nunca ha enseñado a nadie. No es un diario, C. odia la frasecita esa de: querido diario. Nunca comprendió el “querido” de esa frase hecha, nunca sintió cariño o afecto por nada que hubiera escrito o que tuviera intención de escribir; reflexión, comentario o carta de reclamación a la telefónica. Nada que escriba o pueda llegar a escribir le resultaría querido. Tampoco tiene ese tipo de sentimientos por el cuaderno o soporte físico de sus parrafadas. Más bien al contrario. Cada vez que agarra un bolígrafo es para sacar mierda fuera, como quien se aprieta un grano para expulsar la pus, o saca la bolsa de basur...