DE LIBROS



Las primeras páginas las vives como un acercamiento, lleno de emoción y dudas, esperanzado de que aquello que te sedujo en la librería, o en la estantería en casa de un amiguete, se confirme, pero no sabes, te consume la incertidumbre, deliciosa incertidumbre, quieres que el flechazo te atraviese y decides darle unos capítulos por ver si la tibieza se convierte en llama, te vas acostumbrando a la voz, entras en la historia, empujado por una mezcla de curiosidad y expectativas, sin terminar de desconectar con la fantasía que bullía en tu cabeza cuando pensabas en lo que podía llegar a ser, pero no lo terminas de ver, te cuesta ponerte, el amor auténtico, el amor loco, no llega como un vendaval, pero lo llevas contigo cuando vas al trabajo en autobús, compitiendo por tu atención con el móvil, a la sala de espera del dentista, de fin de semana con tu chica a la casa rural, empieza a formar parte de tu vida, poco a poco vas llegando al ecuador y estás enganchado, cada vez más, hasta las trancas, le hablas a ella del libro y no entiende bien de qué hablas, aunque sonríe complaciente, mientras piensa en que habría que pintar el pasillo y en pasarse a la leche sin lactosa, pero tú necesitas compartir la experiencia, lo que te evocan esos personajes, la inmersión psicológica, las motivaciones, aquel giro inesperado, es una droga, cada día necesitas más, llegan las pechadas de cincuenta páginas robando horas al sueño, sin saberlo circunnavegas el clímax y más allá entras en un calmo Mar de los Sargazos, en un punto de inflexión donde empiezan las explicaciones, el cierre de las subtramas, los cabos se atan, los capítulos atropellados donde habla aquel personaje torticero, y un buen día, sin proponértelo, te quedan menos de cincuenta páginas, un par de días de lectura a lo sumo, y una portada rutilante y sexi, con una foto deslumbrante, un título promisorio y unos caracteres que te dejan con la boca abierta te atrapa desde un escaparate, es irrevocable, y mientras terminas tu viejo libro te descubres pensando ya en el otro y te sientes mal, tratas de explicarle que ha sido bonito, pero que las cosas empiezan y acaban, que la vida es así, si no pensaría que iba a ser para siempre, pero él no te pide nada, y un buen día lo pones con cuidado en la estantería, junto a otros muchos que pasaron por tu vida antes, aunque siempre queda la posibilidad, lejana e improbable, de la relectura, te esperará por siempre, aunque ahora solo tengas ojos, corazón y vida para tu nueva adquisición.

Photo by cottonbro studio


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